miércoles, 5 de enero de 2011

El cuerpo es un lugar hermoso. Me gusta estar acá.
Muchas veces me pregunto por la ínfima diferencia entre sentirme y palparlo. Y vuelvo siempre a una respuesta temporal: la distancia está en la experiencia, que cambia a cada segundo.
Cada marca es una huella, por donde pasaron otros cuerpos, el afuera y mi propio ser. Cada marca de hoy, habla de ayer. Un espejo termina siendo un cómplice, nuestro mayor confidente.
El cuerpo se ensucia y se lava. Se agrieta y vuelve a sanar. Pero nunca quiebra el tiempo.
Mi cuerpo es un puente. Lo más tierno y lo más burdo, lo más llano y lo más profundo se amalgaman en los cuerpos.
Puedo amarme y odiarme. Me hago carne de ese puente.

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